Mientras iba a casa, pensando en mis problemas, absorto en lo que me acababa de ocurrir, no presté mucha atención a una jovencita que estaba sentada en el bordillo de la acera, cabizbaja y llorosa, justo delante del café donde suelo desayunar todos los días. No supe en ese momento lo importante que iba a ser en mi vida esa persona. A la mañana siguiente estuve dándole vueltas a lo de la niña. Ella me resultaba familiar. Entonces me vi dispuesto a hacer lo que fuese para saber quien era aquella niña.
Empecé a buscar por las fotos de mi familia y hubo una de 1896 en la que aparecía esa misma niña. Miré en el reverso de la foto para ver como se llamaba. En ella ponía que se llamaba Inmaculada Ortiz Ruiz. Poco después miré en el árbol genealógico de la familia y ponía que era mi tatara tatara abuela. A continuación fui a ver en el bordillo en el que estaba sentada la niña y descubrí un rastro que parecía de tela de araña y muy repugnante. Seguí el rastro que se detuvo en un descampado en medio del bosque. Yo empecé a investigar y encontré entre las hojas secas un diario. Lo abrí y me encontré con una carta que ponía:
“ Querida Lourdes soy tu prima Inma. Te escribo esta carta porque te quiero avisar de que esta boche a 25-12 de 1897 voy ha hacer un pacto con el demonio...”
En ese momento me dio un escalofrío y me fui corriendo. Llegué a mi casa y no pude conciliar el sueño porque no paraba de darle vueltas a lo del pacto. Entonces me decidí, me levanté de la cama y me puse a buscar información acerca de los pactos son el diablo. Casi todas las páginas ponían que esa persona que hacía el pacto debería darle la vida de un descendiente suyo. Al rato y me di cuenta que engañó al diablo y él la castigó haciendo que vagara por el mundo de los vivos en forma de espectro. Al final el espectro me mató y consiguió volver al mundo de los muertos.
Por:Antonio José Ruiz Ávila
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