Cuento

Mientras iba a casa, pensando en mis problemas, absorto en lo que me acababa de ocurrir, no presté mucha atención a una jovencita que estaba sentada en el bordillo de la acera, cabizbaja y llorosa, justo delante del café donde suelo desayunar todos los días. No supe en ese momento lo importante que iba a ser en mi vida esa persona. Levantó su cabeza hacia arriba para mirar el cielo, observé su rostro lleno de lágrimas y no pude aguantar la curiosidad que había dentro de mí, así que me dirigí hacia a ella. Me senté a su lado y ella me miró con sus ojos verdes y luminosos por las lágrimas, sorprendida.
Aunque yo era un desconocido para ella, le pregunté qué le pasaba. Tras unos minutos de silencio, comenzó a contarme por qué lloraba. Su historia era muy triste. Su novio la dejó y su madre la echó de casa sin motivos. Se quedó sola, ni sus amigos querían hablar con ella. Yo, emocionado, le presté mi ayuda, le ofrecí vivir en mi cada hasta que arreglaran las cosas.

Tras seis meses la fui conociendo y me enamoré perdidamente de ella. Nos mudamos a otro pueblo, porque su familia y amigos no querían saber nada de ella. Poco a poco fue surgiendo el amor y acabamos siendo novios hasta hoy que sigo con ella. Llevamos tres años y estamos preparando la boda. Sin saberlo, en aquel momento que la vi, iba a ser lo más importante en mi vida.

Lucía Martínez

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